El mariscal Francis Tranco

EL MARISCAL FRANCIS TRANCO

El mariscal Francis Tranco, un tipo de esos de gorra de plato, pistola al cinto y honores colgados en la pechera, salió una fresca mañana del mes de marzo a hacer su paseo diario. Después de cruzar unos cuantos buenos días y otros tantos saludos militares con los vecinos más madrugadores se dio de bruces con una escena que removió los cimientos de su moralidad.

Corrieron días de rutina cuando, pasadas dos o tres semanas, se dio cuenta de que la protesta seguía activa. En ese preciso instante decidió que había llegado el momento de empezar a escribir sus memorias. Pero ocurrió lo inevitable y el Jefe del Estado, un tipo bajito y con muy mala leche, mostró su más rotundo rechazo ante "ese proyecto tan alejado de los principios de la Patria, inmoral y políticamente inaceptable".

Fueron muchos los temas con los que se vio obligado a lidiar. Tuvo que recopilar datos de los treinta y tantos años de vida del régimen que lo había encumbrado hasta alcanzar la cartera de Marina. Su obra, pensó, exigía una documentación extensa y veraz. Después tuvo que estructurarla, escribirla y someterla a sucesivas correcciones. También en ese aspecto se vio en la obligación de superar varias fases: primero, la de aceptación de los errores cometidos en el pasado, aquellos que tanto mal habían hecho a una nación herida de muerte; segundo, la de renuncia a sus ideales. Fueron muchas y muy violentas las discusiones que tuvo con sus iguales en el Consejo de Ministros, pero sobre todo con el Jefe del Estado, un hombre incapaz de hacer ningún tipo de concesiones, ni siquiera a sus más estrechos colaboradores.

La última fase del proceso de creación le generó más problemas de los que nunca habría podido imaginar. Así y todo, la edición de la memorias se hizo realidad al año de la idea inicial, justo después de presentar su dimisión al Jefe del Estado, que ni corto ni perezoso ordenó su inmediata detención y prohibió la impresión y por supuesto que una segunda tirada viese la luz.

Fueron tres o cuatro inviernos y una buena cantidad de dinero, que consiguió vendiendo parte de las propiedades fruto de la corrupción en su etapa como ministro, lo que le costó el proceso. No faltaron noches de insomnio, recursos de apelación y una separación matrimonial que lo dejó poco menos que en paños menores.

Al mariscal Tranco, en plena efervescencia de gritos enfrentados de vivas y mueras, le dieron garrote una fresca mañana del mes de marzo, cinco largos años después de la primera manifestación a la entrada de su casa.