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Delirios de autor (el blog de Manuel Fernando Estévez Goytre)

Blog dedicado al autor Manuel Fernando Estévez Goytre y su obra

Tres minutos para Alberti

Publicado en 4 Octubre 2019 por deliriosdeautor Manuel Fernando Estévez Goytre

Tres minutos para Alberti.-   “Ese hombre sencillo y sin embargo insigne que nace, que escribe, que se compromete y se exilia. Ese poeta que comparte, que convive y lucha por la dignidad del ser humano. Ese ser que no hace concesiones a la literatura fácil conducida por editores ególatras y codiciosos y sí, en cambio, a las letras más profundas. Ese marinero que, venido de otras tierras, es llamado a enaltecer la poesía a ambos lados del Atlántico, a dignificar un poco más, sí cabe, las aguas saladas que empapan las letras de Cádiz, de Andalucía y del resto de España y América latina en una época en la que se parte en dos el siglo veinte muchos años antes de lo que le habría correspondido. Porque apenas se había vivido un tercio de esos cien años. Porque España llevaba mucha metralla a sus espaldas, mucha mili hecha, como se suele decir. Porque Alberti, con su longevidad, fue, se ha dicho, uno de los abanderados, uno de los privilegiados que han conseguido mantener la razón de ser de la poesía de su generación. Porque fue uno de los que cogieron el testigo y lo dejó solo para que sus cenizas se las bebieran las mismas aguas que lo vieron crecer. La dignidad humana no se perdió con una guerra que asoló España, dividida en tres mitades (porque están los ganadores, los perdedores y los exiliados), en los años treinta del pasado siglo, sino que se fortaleció con figuras del tamaño humano de Alberti, un grande entre los grandes, un poeta enorme, un cantor de su tiempo, de su entorno geográfico, de la humanidad entera. Ese exilio que se tragó a muchos, que consumió vidas y enajenó mentes. Ese exilio que hundió en el olvido muchos de los cerebros más lúcidos. Ese exilio que mojó el papel escrito pero no pudo destruir la esencia de una sociedad que algunos abanderaron y con la que quisieron caminar hasta sus últimas consecuencias. Ese poeta que paseó sus versos por un mundo en decadencia pero ilusionado por un cambio que nunca llegó, porque quizá fue más una utopía que una realidad. Ese marinero que no lo fue y que murió en tierra, negándose a conocer el nuevo siglo. Ese Rafael Alberti que quiso compartir sus versos con sus semejantes.”  Manuel Fernando Estévez Goytre.-   Alicante, octubre de 2019

Tres minutos para Alberti.- “Ese hombre sencillo y sin embargo insigne que nace, que escribe, que se compromete y se exilia. Ese poeta que comparte, que convive y lucha por la dignidad del ser humano. Ese ser que no hace concesiones a la literatura fácil conducida por editores ególatras y codiciosos y sí, en cambio, a las letras más profundas. Ese marinero que, venido de otras tierras, es llamado a enaltecer la poesía a ambos lados del Atlántico, a dignificar un poco más, sí cabe, las aguas saladas que empapan las letras de Cádiz, de Andalucía y del resto de España y América latina en una época en la que se parte en dos el siglo veinte muchos años antes de lo que le habría correspondido. Porque apenas se había vivido un tercio de esos cien años. Porque España llevaba mucha metralla a sus espaldas, mucha mili hecha, como se suele decir. Porque Alberti, con su longevidad, fue, se ha dicho, uno de los abanderados, uno de los privilegiados que han conseguido mantener la razón de ser de la poesía de su generación. Porque fue uno de los que cogieron el testigo y lo dejó solo para que sus cenizas se las bebieran las mismas aguas que lo vieron crecer. La dignidad humana no se perdió con una guerra que asoló España, dividida en tres mitades (porque están los ganadores, los perdedores y los exiliados), en los años treinta del pasado siglo, sino que se fortaleció con figuras del tamaño humano de Alberti, un grande entre los grandes, un poeta enorme, un cantor de su tiempo, de su entorno geográfico, de la humanidad entera. Ese exilio que se tragó a muchos, que consumió vidas y enajenó mentes. Ese exilio que hundió en el olvido muchos de los cerebros más lúcidos. Ese exilio que mojó el papel escrito pero no pudo destruir la esencia de una sociedad que algunos abanderaron y con la que quisieron caminar hasta sus últimas consecuencias. Ese poeta que paseó sus versos por un mundo en decadencia pero ilusionado por un cambio que nunca llegó, porque quizá fue más una utopía que una realidad. Ese marinero que no lo fue y que murió en tierra, negándose a conocer el nuevo siglo. Ese Rafael Alberti que quiso compartir sus versos con sus semejantes.” Manuel Fernando Estévez Goytre.- Alicante, octubre de 2019

Tres minutos para Alberti

“Ese hombre sencillo y sin embargo insigne que nace, que escribe, que se compromete y se exilia. Ese poeta que comparte, que convive y lucha por la dignidad del ser humano. Ese ser que no hace concesiones a la literatura fácil conducida por editores ególatras y codiciosos y sí, en cambio, a las letras más profundas. Ese marinero que, venido de otras tierras, es llamado a enaltecer la poesía a ambos lados del Atlántico, a dignificar un poco más, sí cabe, las aguas saladas que empapan las letras de Cádiz, de Andalucía y del resto de España y América latina en una época en la que se parte en dos el siglo veinte muchos años antes de lo que le habría correspondido. Porque apenas se había vivido un tercio de esos cien años. Porque España llevaba mucha metralla a sus espaldas, mucha mili hecha, como se suele decir. Porque Alberti, con su longevidad, fue, se ha dicho, uno de los abanderados, uno de los privilegiados que han conseguido mantener la razón de ser de la poesía de su generación. Porque fue uno de los que cogieron el testigo y lo dejó solo para que sus cenizas se las bebieran las mismas aguas que lo vieron crecer. La dignidad humana no se perdió con una guerra que asoló España, dividida en tres mitades (porque están los ganadores, los perdedores y los exiliados), en los años treinta del pasado siglo, sino que se fortaleció con figuras del tamaño humano de Alberti, un grande entre los grandes, un poeta enorme, un cantor de su tiempo, de su entorno geográfico, de la humanidad entera. Ese exilio que se tragó a muchos, que consumió vidas y enajenó mentes. Ese exilio que hundió en el olvido muchos de los cerebros más lúcidos. Ese exilio que mojó el papel escrito pero no pudo destruir la esencia de una sociedad que algunos abanderaron y con la que quisieron caminar hasta sus últimas consecuencias. Ese poeta que paseó sus versos por un mundo en decadencia pero ilusionado por un cambio que nunca llegó, porque quizá fue más una utopía que una realidad. Ese marinero que no lo fue y que murió en tierra, negándose a conocer el nuevo siglo. Ese Rafael Alberti que quiso compartir sus versos con sus semejantes.”

Manuel Fernando Estévez Goytre

Alicante, octubre de 2019

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